ATLANTA POR EL MUNDO

sábado, 24 de septiembre de 2011

El barrio volvió a estar en juego

Pasaron 12 años y este clásico, bien de barrio, para el simpatizante bohemio nada cambió. La espera se transformó en ansiedad, la pasión en nervios y el corazón anduvo a mil revoluciones por segundo. Todo parecía alterado desde tempranas horas de la mañana, el color azul y amarillo inundó las calles cercanas al estadio. El hincha jugaba su partido: el orgullo de pertenecer.

Nada fue igual, desde la llegada de los planteles hasta el horario del partido porque merodeaba el sentimiento de que algo único e inexplicable estaba por empezar y que sería difícil de olvidar.
El piberío, esos que vieron como Atlanta se salvaba del descenso en 2003 o se frustraban con el equipo dirigido por Salvador Pasini, comenzaban a codearse con la historia grande de la institución. Por eso algunos ni siquiera pudieron dormir pensando en el clásico.

Tres horas antes del partido la gente con su bandera, gorrito o mascota bohemia (sí, una persona llegó con su perro) se empezaba a acercar para comprar las primeras entradas del encuentro.

En ese momento todo transcurría con tranquilidad y parsimonia, pero de repente todo cambió. La llegada del plantel funebrero alteró el clima por completo. Los hinchas comenzaron con el hostigamiento y al ritmo de “Chaca sos cagón” fueron recibidos, mientras la policía armaba un doble cordón para que el micro con los jugadores descendiera normalmente. Sin embargo, ya en ese momento, los hinchas le hicieron sentir a los rivales que no era un partido más.
Minutos más tarde llegaría el equipo bohemio, acompañado por el apoyo de sus hinchas que cada vez se hacían sentir más. Los protagonistas del encuentro trascendental ya estaban en el lugar de los hechos. Sólo faltaba el pitido inicial.

Los minutos pasaban y la espera para el arranque se hacía eterna. Las puertas de entrada al estadio se abrían y a de a poco la multitud comenzaba a agolparse pintados de azul y amarillo. El alambrado de la tribuna local, a una hora del partido, se encontraba repleto de banderas colgadas.

En el ingreso al estadio ya se comenzaba a organizar la fiesta para la salida al campo de juego de los jugadores. Los globos, papelitos y bombos sobresalían por sobre el resto y las camisetas bohemias ya inundaban la escena.

Y llegó el momento del partido, la popular colmada a flor de piel y los jugadores listos para salir a combate. Era la hora señalada tras 12 largos años.

Primero fue el turno de los visitantes de saltar al verde césped, frente a una estruendosa silbatina y saludo a los allegados y dirigentes alojados en la tribuna visitante. Después, la explosión y el salto a la fama frente a la TV Pública. Con los mellizos Soriano a la cabeza y el capitán Rodrigo Llinas, volaron los globos y papelitos y el cielo se tiñó de azul y amarillo.

Todo listo, todo preparado y Héctor Baldassi dio comienzo a las acciones del juego. En la platea y en la tribuna seguía la fiesta, aunque faltaba parte de la misma: los hinchas visitantes.

Pero…no se iban a quedar afuera. O sí se quedaron, pero se hicieron presentes. Un humo rojo, blanco y negro comenzó a aflorar desde la calle Dorrego, ahí por donde pasa el tren San Martín, justamente. Y claro, eran ellos, los hinchas funebreros que desde las vías del ferrocarril tiraron la pirotecnia. Y la respuesta no se hizo esperar, los locales tiraron todo el arsenal a la cancha y con las ruidosas bombas de estruendo y fuegos artificiales y al ritmo de “Chaca sos cagón” de todo el estadio al unísono minimizaron a los rivales.

El duelo de esta nueva historia había sido escrito. Los primos se volvieron a ver las caras una vez más.

El barrio se vistió de fiesta.

1 comentario:

  1. Demasiado clásica, viejo. Demasiado obvia. Busque originalidad, no juegue a lo seguro. La idea es buena, pero le faltó PROFUNDIDAD, creatividad.

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